El 30 de enero se transmitió una emisión más del ahora infame programa Top Gear. Ése día fue herida la sensibilidá de casi todo un país: México.
Muchos dirán que está de más hablar de ésto, que se ha sobrevalorado un asunto sin sentido y sin relevancia, que se ha sobre-reaccionado. Mi opinión diverge. No hay que menospreciar el asunto. ¿Hay que despreciar un tema que fue capaz de lograr que la cámara de diputados despertara de su dulce sueño e hicieran una petición – o exigencia, si queremos ser más precisos en el lenguaje – una disculpa a nombre del pueblo mexicano? El asunto se originó con la cosa más trivial que se pueda uno imaginar. Y su trivialidad se magnifica cuando nos encontramos inmersos en una guerra – que ahora dicen que no es guerra – de proporciones descomunales; cuando en el mundo-otro por excelencia, Oriente y Medio Oriente, estuvieron aconteciendo – y siguen aconteciendo – expresiones tremendas del poder civil tan grandes que alteraron el tablero geopolítico mundial ¿con todo lo que pasó por esos días porqué hacer eco a los comentarios de 3 simples presentadores de televisión con una relevancia cultural mundial mínima?
La noticia corrió como polvora y la controversia se mantuvo vigente por varios días desde el 30 de enero. En redes sociales se comentó demasiado, youtube se llenó con réplicas del vídeo con subtítulos para facilitar el acceso a la gran calumnia. En twitter el tema se mantuvo como trending topic por varios días, llegando a ser el TT número 1 por al menos 5. La controversia llegó a la TV nacional. No hay que negarlo: La TV nacional aún tiene un poder de convocatorio tremendo, aún es más grande que el de las redes sociales y el de twitter. Podemos asegurar que ésto no se hubiera hecho tan grande sin la difusión amarillista de la noticia por medios tradicionales.
Las posturas tomadas al respecto fueron variadas. Éstas han ido desde el rechazo absoluto: pinches ingleses, patéticos pretenciosos, xenófobos racistas; la contextualización: así es el programa, es el humor usado hoy en día, es un programa políticamente incorrecto; y se llegó, incluso, a los extremos más ridículos nacionalismo reaccionario: ¿porqué no les hacemos la revolución?.
La magnificación de un asunto ridículo, insignificante e irrelevante no es algo que debería de extrañarnos. Se imponen las nimiedades como el afffaire Top Gear sobre temas más trascendentes en la agenda pública como el de Marisela Escobedo, el ABC, o los movimientos sociales. Es algo casi normal. Pero éste caso no nos enfrentamos a la típica priorización de algo trivial, éste caso es especial.¿Pero qué tiene de especial? Simple, involucra un elemento fundamental a nivel a político y esencialmente necesario a nivel personal: la Identidad y su defensa. Ahí radica la relevancia del tema.
Continuará en el número 1 de Rizoma. Revista experimental de cultura y crítica.