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Este pequeño ejercicio tiene dos simples funciones; una de ellas ideal (e improbable) la otra de ellas estilística.
Explico la primera; la ideal.
En vista de que el último proyecto que me ha golpeado intempestivamente es “La muerte voluntaria considerada como una de las bellas artes: por una teoría, estética y ética.”, he decidido tratar de comprender a los sujetos que pretendo estudiar; no estudiando las causas y azares que los llevaron a tomar tal decisión, sino intentar ponerme en sus lugares; en su lugar, para esto recurriré a una técnica poco ortodoxa... escribiré una nota suicida, teniendo en mente que inmediatamente terminando de escribir la nota pasaré de las palabras a la acción sin miramientos.
Esta idea se me ha ocurrido en un momento histórico en el que me es muy fácil ponerme en esa situación hipotética (agradecimientos al humor que solo tienen los poetas).
La función estilística.
Quiero experimentar en un género de la literatura que es poco tomado en cuenta; ni siquiera es considerado género por los autores “mayores” (o como prefiero llamarles “Las Vacas Sagradas”); más esto no tiene por que sorprendernos, esas vaquitas, cuando se suben en su trono difícilmente pueden ver lo que hay más allá de sus narices. Para esto; después de esté texto “colgaré” en diversos “haven's” en internet una serie de cartas suicidas, elegidas de manera completamente arbitraria (¿es eso una sorpresa en mis gustos?).
De la misma forma aprovecharé esté espacio para dar a conocer un poco de lo que sería mi texto sobre la muerte voluntaria; a la vez que encontrarán mucha influencia (contaminación) del pensamiento de A. Camus... con el tiempo me desharé de esa carga.
Y si han llegado hasta aquí puedo inferir dos cosas, solo dos; o son unos voyeurs o en realidad están interesados en el texto por algo más allá de los delirios de un neurótico a punto de dar el último respiro. Optaré por la primera opción.
Le Roi est mor, vive le Roi!
Esta francofonía me revela algo; algo muy importante en esté momento. Nadie es necesario, todos somos contingentes, no somos únicos e irrepetibles, somos la mierda cantante y danzante del mundo. Ni siquiera el Rey es tan necesario para sus subditos; la costumbre francesa nos lo mostró hace siglos; Louis XVI, Lousi XV, Louis XIV, después de muertos ¿Para qué esperar a Amigos míos; no se engañen con el tono trágico del inicio, les garantizo que en este momento estoy muy lejos de estar triste o infeliz, au contraire, me invade una felicidad casi total, cada fibra de mi existir vibra en armonía con cada parte del universo. Soy un iluminado.
¿Por qué no vivir, por qué escoger morir? Por que he aprendido a amar la vida; por que he dedicado cada día de mi en aprender a amarle, a ser uno con ella y me dí cuenta de que la mayoría de los que dicen amar vivir mienten; pues desdeñan una parte importantísima de ella: La muerte.
Vida y muerte son una y no-dos, no están separados; la una da sentido a la otra; de la misma manera que no podríamos conocer la miseria sin la abundancia, el placer sin el dolor, ¡Nunca sabríamos a quién amar si no le hemos odiado!
Hasta ahora parece que hablo de tesis contrarias, como si esto fuera una lógica binaria: malo/bueno, vivir/morir, vigilia/sueño... pero ¡Oh! Tengo que revelarles que la práctica me lo ha mostrado; no hay diferencia entre una y otro; no-dos, son una todas las cosas, esto escapa a nuestra percepción. Y la única forma de unirlas es a través de una ascesis. Pero no la ascesis de los decadentes; esos inmundos degenerados que rechazan el cuerpo; nuestra ascesis tiene que estar en la búsqueda de la voluptas y la búsqueda de un ars vivenvi. Mi suicidio es el remate, el gran final... mi suicidio es el resultado de mi arte, mi arte es el resultado de mi suicidio.
Como verán, incluso las razones de mi suicidio aparentan una absurdidad increíble. No lector, no lo aparenta, lo es.
Les hablaré por ultima vez sobre la vida; vida que estoy a punto de abandonar con La Gran Sonrisa.
Valhalla I'm coming!
Y seré breve; pues ya otros han dicho más y mejor lo que me interesa. La vida es un estado, no tiene más relevancia que eso, es la antesala a algo que tiene igual o menor importancia, la muerte. Nacemos, crecemos, cogemos, bebemos, fumamos, bailamos... y todo para... ¿Qué? ¿Hay alguna posibilidad de trascendencia? No, puedes en esta vida coger hasta que se te desgasten los genitales... ¿y a alguien le importa? Puedes lograr un doctorado honoris causa, o escribir algo comparado al Also sprach Zarathustra... y nada de eso te salvará de morir, nada cambiara tu destino, nada de lo que hagamos nos volverá inmortales... todos los honores conseguidos en una vida se irán al carajo al momento de tu muerte, la vida no tiene mucha relevancia como verás.
Una vez que estamos inmersos en esta tragedia (griega, muy griega), nos vemos condenados a tomar decisiones, muchas decisiones... la primera es: Si la vida es un absurdo, no hay posibilidad de trascendencia, ¿vale la pena vivir? ¡Desde luego que si! Nada es más dulce que ir por el mundo consciente de nuestra tragedia robando las mieles y hieles del mundo, nada es más libertador que estar consciente en todo momento de nuestra inminente muerte. Vivir nos da las posibilidades de reír en la cara de los muertos. Esta fue la opción que yo tomé, yo elegí vivir... eso hace paradójica mi suicidio... pero de eso hablaré más adelante.
La otra opción es el suicidio... el suicidio de “reacción”; de aquél que se sabe incapaz de encarar al mundo, de aquél que es cobarde, más no juzguemos tan rápido, una salida es tan valida como la otra; solo que corresponden a distintos tipo de humano. Hay quienes son fuertes, hay quienes no.
Valhalla I'm coming!
Yo elegí vivir y se me presentó otra interrogante: Una vez estando consciente de la tragedia ¿Cómo hace la vida tolerable? La respuesta es... arte y amor; no vistos como refugios, sino como afirmación de la tragedia y llevándola (a la tragedia) hasta sus ultimas consecuencias.
¡Hay que amar! Pero amar en cantidad más que en calidad (esto lo aprendí el buen profesor Camus); hay que probar la miel hasta colmarse, pues sabemos que nuestra muerte es inminente; no hay que perder más tiempo del necesario en un lugar, hay que desplazarse, amar muchos y amar a todas con la misma intensidad. Aunque, yo no pude escapar, quedé atrapado en un par de ocasiones, tengo que decir que también he amado “de más” (de nuevo una cuestión de tiempo) dos veces; las dos veces que me reafirmaron mi tragedia: Una no me cree que la amo, la otra no valora que la ame. Así empecé a coleccionar una tragedia tras de otra.
Pero siempre nos queda el arte... Y no es el caso como el del joven de ese famoso cuento de Wilde (La rosa y el ruiseñor); sino del que entra al arte por el arte mismo. El arte más grande que puede haber es el epimeleia heatou, “ocupate de ti mismo”. Volver nuestra existencia una obra de arte, ocuparnos de nosotros a tal manera que seamos obras de arte caminando. ¿A qué podría estarme refiriendo? No me refiero al ridículo discurso de nuestra sociedad de consumo; que versa: “Sé perfecto, sé escultural, sé hermoso”. No, me refiero a hacer de nuestro cuerpo un reflejo de nuestro pensamiento que desafía a la tragedia a través de la aceptación. Hacer de nuestro cuerpos una afirmación de la vida y la tragedia por sobre todas las cosas.
Yo sé que me quedan aun varias cosas por vivir, pero soy un hombre comprometido con el arte...
Últimamente he estado trabajando en un texto sobre el suicidio, en él quiero proponer el suicidio como una forma de arte. ¿Qué mejor que una demostración de a lo que me refiero? Llevando el arte hasta sus últimas consecuencias; sé que los vieneses entenderán muy bien a lo que me refiero.
Haré de mi muerte voluntaria un poema de Mallarmé, una prosa nietzscheana y una pintura de Velázquez, todo al mismo tiempo y, a la vez, quedará todo documentado en vídeo.
Así como vine a la vida, así me voy; con LA GRAN SONRISA.
Valhalla I'm coming.
Josué Castillo.
Día x del mes y del año z
PD.- Espero me den el título de lic. En filosofía post-mortem, pues esto también podría ser considerada la exposición final de un tesis sobre el suicidio como un arte.
PD2.- Última pregunta: ¿No será el arte en sí mismo una forma de suicidio voluntario y perpetuo?
PD3.- Muero joven, pero no inexperto.
De los detalles del acto.
Como es mi voluntad hacer de el suicidio una obra de arte, tenía que aplicar esa idea a mi propia muerte; así que he pensando en dos opciones para realizar el acto.
Seppuku: Realizar el seppuku frente a una copia de mis trabajos completos, previamente me bañaría en gasolina por lo que con el wakizachi aun entre las manos prendería un encendedor. Todo gradado en vídeo... y si llegasé a gritar de arrepentimiento que mis textos no fueran tomados en cuenta; pues entonces lo que escribí sería una mentira y yo un farsante.
Mis últimas palabras sería.. Le Roi est mort, vive le Roi!